sábado, 21 de noviembre de 2009

Recensión de Félix de Azúa: B - C



  • BELLO
AZÚA, Félix de;"Bello" en Diccionario de las Artes. Planeta, Barcelona, 1996.

Esta entrada no solamente se basa en "lo bello". Nos muestra que esta palabra ha recorrido diferentes significantes a través de filósofos como Kant o Hegel hasta llegar a la actualidad. Como en otras entradas el autor se deleita en una crítica social enfatizando sobre todo la poca responsabilidad de los media.
Empieza haciendo hincapié en la relación que se ha establecido entre el arte y lo bello. Sin embargo, la idea de que, en el arte, necesariamente debe de aparecer lo bello es arbitraria. En realidad, este concepto no estaba presente en los antiguos a quienes la presencia de lo bello en sus obras les resultaba molesta. Era innecesaria ya que el arte se dedicaba o a la divinidad, o a los productos manuales que se consideraban carentes de la belleza (la cual se le otorgaba a labores del intelecto), o bien, a la obediencia y no al deleite. Por tanto lo bello concebido como necesidad en el arte es más tardío.

Félix de Azúa nos habla de varios filósofos que han dedicado parte de sus pensamientos a definir lo que es "bello": Kant y Hegel
Kant presenta la primera teoría convincentemente asentada entre la relación del arte y lo bello en la Crítica del Juicio (Kritik der Urteilskraft). En esta obra se esboza las ideas de Kant acerca de la estética, de lo bello y de lo sublime.
Antes de esto ya se había estudiado mucho sobre el "buen gusto" y la "belleza" relacionada con la índole artística; entendiendo "gusto" como la capacidad para gozar de la belleza de una obra. Esto es, la belleza, como una fuente de placer. Sin embargo, para Kant, solo es bello el placer "desinteresado" y no todo placer puede considerarse bello. También establecía que, para que algo pueda considerarse portador de belleza ha de ser de naturaleza agradable y serena. Además, considera que, aunque hasta el más bruto puede percibir la belleza sencilla, no todo el mundo puede acceder a la belleza sutil y que, por tanto, es necesario de una educación de la sensibilidad para ello.

Para Hegel, en interposición, el arte y lo bello no debían de ir necesariamente de la mano. Lo bello pasaba a tener sólo una presencia histórica,en un momento preciso de las artes: Grecia. Fuera de este periodo si es posible que se encuentre la presencia de lo bello, pero no existe necesidad de que exista. Así pues considera que la belleza es irrelevante antes y después de esta etapa artística.
Cosa importante a tener en cuenta es que al entender las artes de forma histórica, por primera vez, las obras de arte se presentan como una unidad. Todos los artistas y todas sus obras, independientemente de la historia, van ahora enfocados a un mismo fin : el Arte.
Lo bello ya no forma parte de las artes y por tanto estas han quedado carentes del sentido que le aportaba esta característica. Las artes ya no están destinadas a la producción de lo bello y queda sin labor justificable. Al ser el arte histórico perdía sentido que se asignaran a un individuo, pues es el pueblo quien se expresa a través de un particular. Lo bello es sustituido por el espíritu del pueblo y su voluntad expresiva. Y es entonces cuando, como bien dice el autor de forma un tanto sarcástica, "[...] la anónima producción de símbolos nacionales como ardiente bandera del genio de una raza fue la nueva y única justificación del arte [...] El Arte, triste es reconocerlo, era la puerta por la que salían los cadáveres disfrazados de obra maestra"
Claro está que alude al uso que se hizo del arte en épocas del Tercer Reich (no solamente en Alemania, sino en Italia con Mussolini por poner un ejemplo de otros muchos en los que el arte se utiliza con finalidad propagandística de la guerra y de ideas políticas) como si la época se hubiera aprovechado de la desorientación en la que vivía el Arte. El autor insinúa, de forma casi cómica por su desfachatez, que en la época hubo una búsqueda de un "estado puramente artístico" en la que se aspiraba a la producción de una obra de arte viviente, el Ario. Aprovechando esta siniestra relación, Félix de Azúa trata de hacer una alusión a la sociedad actual (Ya que constantemente acomete en diversas críticas durante el libro, de forma sutil, contra valores artísticos o no , de nuestra sociedad).
" [...] el Ario, el cual no se distinguía por su alma, por su espíritu, por su intelecto, sino por su fisiología, como las top-models que ahora gustan tanto y son tan simpáticas" En esta comparación queda clara la crítica social del autor, en la que cataloga la búsqueda de una raza Aria y la del prototipo de top-models como similares.

Tras esta demostración de la faceta oscura del arte, el Estado,la política, los artistas,el público y todo lo guarda relación con ellos, ha intentado limitar las artes para mantenerlas bajo control y por tanto han contribuido a la destrucción progresiva de estas. Esta acotación de las artes solo ha influido en las actividades mas tradicionales (pintura, escultura, arquitectura, música y literatura) y, sin embargo, el autor se mofa de que ha aumentado la artistización en otras prácticas, puesto que ahora todos debemos de lucir como verdaderas obras de arte. El autor pone como responsable de esta orientación a los media que nos hacen confundir actos atroces y demás desastres con arte o espectáculos. Lo bello ha terminado siendo una enfatización de la nada.






  • CARICATURA
AZÚA, Félix de;"Caricatura" en Diccionario de las Artes. Planeta, Barcelona, 1996.
Los productos del S. XX tienen como carácter destacado el ser caricaturescos. La caricatura forma parte de la esencia del siglo pasado. Está tan presente en el modo de representarnos que los movimientos artísticos de la época han tenido que hacer un esfuerzo si querían evadirla. Es practicamente un logro que la caricatura no forme parte de una representación figurativa. Hasta tal punto es así que una representación realista que no posea un carácter caricaturesco en el siglo XX se nos presenta como un vestigio de un tiempo atrás. Las representaciones realistas y figurativas no deformadas por la caricatura, independientemente de su calidad técnica, suscitan la inquietante sensación de un anacronismo.

En 1855 Baudelaire distinguió dos modos caricaturales de representar: lo grotesco ( a lo que el también llama lo "cómico absoluto") refiriéndose a la deformación y exageración y lo "cómico significativo" que se refiere a la caricatura propia del fenómeno de la era moderna. Esta última no solo consiste en la deformación o la exageración de un modelo, sino que trae consigo una negación; es una crítica directa y sin matices Lo grotesco está presente en la época clásica, en el barroco e, incluso, en Goya pero la caricatura solo aparece si hay una amplia clientela que pueda llegar a aceptarla.
La caricatura tiene muchas cualidades que le permitieron una rápida difusión y una avalancha de seguidores. Una de estas causas ha sido su fácil comprensión. Curiosamente, nos resulta incluso más sencillo y rápido entender la forma de lo caricaturesco antes que la forma real. Percibimos y aceptamos antes la caricatura de una forma, que la realidad a la que hace referencia. Esto nos puede llevar a la reflexión de que es lo que nosotros entendemos por real, a que llamamos "realismo" (Pero esta cuestión se aborda en otra entrada del libro llamada "Realismo"). La caricatura guarda una fácil semejanza que no tiene nada que ver con la Idea, ni con lo representado y que solo puede estar presente por medio de la pintura. Para que sea más fácil de comprender, menciono a continuación un ejemplo del autor, que a mi entender, es bastante conciso:

"[...]Ante el disgusto y las protestas de Gertrude Stein tras desenvolver su retrato en su casa de París, el pintor Picasso replica: « No te pongas así, mujer; ahora no te pareces mucho, pero ya te parecerás » "

Destaca la sorpresa de que el arte caricaturesco, contra todo pronostico, sea motivo de risas y diversión. Lo mas lógico sería que algo así produjera en el ser humano miedo e, incluso, compasión, puesto que estamos frente a formas aberrantes,anormales, degradadas y hostiles. ¿Que es lo que produce en nosotros este efecto? Baudelaire deduce que la caricatura aprovecha nuestro deseo de sentirnos superiores y la consciencia que tenemos de ser inferiores. De este modo nos explicamos que no hay lugar para la caricatura en aquellas culturas en las que existe una autoridad indiscutible. Para que exista lo caricaturesco es necesario que el "ámbito del respeto" esté reducido. El ámbito de lo respetable se refiere a aquello que cae fuera de nuestra responsabilidad, de nuestra jurisdicción y, por tanto, de nuestra fuerza transformadora. Sin embargo en el siglo XX (y considero que también en el S.XXI, puesto que aún no ha dado tiempo a tomar distancia) no se considera que quede ámbito de respeto. Estamos convencidos de que somos omnipotentes y todo nos pertenece; todo cae bajo nuestra fuerza de transformación. Incluso la vejez, la muerte, y demás cosas que claramente escapan a nuestro dominio, se cree que cae bajo nuestro poder. No admitimos nada que nos sugiera lo contrario.
Es por esto que la caricatura se ha exparcido por el siglo XX ( y continua en el XXI); debido a la necesidad de convicción sobre nuestra supuesta omnipotencia. " La caricatura es el modo dominante de la expresión artística del siglo XX porque es el más adecuado para exponer la patética pretensión de omnipotencia" . Solo podemos huir de ella por las vías formales, abstractas o geométricas; vias insignificantes, puesto que se nos ha dado a conocer la caricatura como la verdad del siglo pasado.


ENLACES RELACIONADOS :




  • CATÁLOGO
AZÚA, Félix de;"Catálogo" en Diccionario de las Artes. Planeta, Barcelona, 1996.

El autor tuvo la intención de que esta entrada formara parte de un catálogo y poder así exaltar su contenido. Desgraciadamente – apunta al final de la entrada- en el catálogo hubo cambios y, finalmente, no se editó con este texto. Hubiera sido de gran interés leer el prólogo de un catálogo, que habla sobre prólogos de los catálogos. Incluso habría ganado cierta audacia en ese contexto

El catálogo es un elemento importante en el siglo XXI. El origen de la palabra no tiene nada que ver con su uso actual ya que remitía a un ordenamiento (Kata y Logos, «
poner unos detras de otros los nombres de algunas personas o cosas para facilitar su búsqueda»
). El significado actual de la palabra tiene como finalidad la de constatar que se ha producido un acontecimiento artístico (aunque en parte pueda ir camuflado como una numeración de obras y autores).
Félix de Azúa compara la función del catálogo con la que tenia antaño el monumentum. Este consiste en una inscripción que da forma de relato a la historia, organizándola en capítulos. Al igual que el catálogo, ambos organizan los sucesos situándolos en una fecha específica y en un lugar determinado...Valora los sucesos como auténticos y reales: Existe como testigo de que "algo" sucedió y, por tanto, da constancia sobre su existencia. El catálogo se hace necesario en nuestra época. Da la impresión de que si llegara a faltar el catálogo, la obra se convertiría en algo estéril y gratuito, como si toda representación artística tuviera un sentido nulo.
Otra de las comparaciones se hace del catálogo actual -personalmente, las comparaciones que hace el autor en este libro me parecen realmente certeras- es la de estela funeraria como elemento conmemorativo, rememorando al fallecido. En el caso del catálogo, haciendo mención especial al proceso artístico que, tras ser finalizado, corre el terrible peligro de ser olvidado en el tiempo si el catálogo no lo salva de ello, aunque se trate de una salvación discreta y breve. Esto es por que las obras de arte actuales no parecen tener intención de perdurar ya que poseen un carácter efímero y transitorio. "Los grandes catálogos, los grandes cementerios, como el de Tàpies, traen todos los acontecimientos reseñados. Son pirámides."

Prácticamente, para este siglo, el proceso artístico es sinónimo de catálogo. Se diría que todo lo demás -incluso la propia exposición- sobra. Se hace evidente para todo el mundo que el catálogo posee muchas ventajas frente a los materiales en los que estamos acostumbrados a ver en las obras de arte. Todo se hace mucho mas barato y sencillo; incluso las obras de menos interés ganan prestigio cuando aparecen en el catálogo. La idea de que el catálogo termine siendo, en un futuro, único elemento de las exposiciones y exclusivo formato de obras de arte no resulta del todo descabellada

Que el catálogo se dedique a historizar las obras de arte, ha guardar memoria de ellas, carece de sentido si el suceso artístico es realmente de interés. Es decir, si la obra de arte cumple su cometido no necesita de un objeto retentivo que lo mencione. El espectador asumiría los juicios que la obra halla aportado sin necesidad de un catálogo. Entonces descubrimos otra cualidad de interés en el catálogo: la de garantizarnos que lo que vemos se trata de una auténtica "obra de arte"
Hasta ahora todas las obras de arte tenían el deseo de ser eternas y si se mostraban insignificantes y fugaces existía la certeza de no encontrarnos frente a nada artístico. Como ya hemos mencionado anteriormente las obras actuales no tienen intención de perdurabilidad y, por tanto, este juicio ya no es eficaz. Necesitamos de algo que sea capaz de decirnos que es y que no es arte y hemos encontrado en el catálogo un perfecto guía. Un guía cómodo y ( eso queremos creer) certero.
La actividad artística de nuestro tiempo cada vez es más intelectualizada y el público se siente desorientado. Por este fenómeno el catálogo cumple la función de instructor. Aunque esto se trata solamente de una ilusión pues si una obra es muda, ningún texto será capaz de mejorarla, pero los espectadores se sentirán mas "integrados".
Podríamos entender, por tanto, que las obras figurativas, al ser mas comprendida por las masas, no necesita de un catálogo pero estaríamos errando. El catálogo garantiza la historicidad del acontecimiento, que de sentido a nuestra vida en sociedad porque hemos estado allí en donde se producía el suceso.

Esta entrada puede resumirse en que el catálogo es, simplemente, un souvenir de la exposición. Un objeto turístico que acredita que hemos presenciado una obra de arte.



RECENSIÓN FÉLIX DE AZÚA: D --->

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